Ka’a he’ẽ, la semilla mágica

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—Mmm… ¡Son deliciosas!
—¡Nunca había probado unas naranjas tan dulces!

Un grupo de niños estaban alrededor de un naranjo que había en el parque. Uno se había aventurado a probar una de las frutas y, al oír sus gritos de satisfacción, los demás le habían imitado.

—Pero si las naranjas siempre son un poco ácidas… ¡Y éstas saben a caramelo de naranja! —dijo uno de ellos.
—Yo creo que alguien les ha puesto azúcar dentro —respondió uno, y todos se echaron a reír.

Y en ese preciso momento, justo cuando pronunció la palabra «azúcar», apareció de la nada un extraño ser con forma de gota.
Todos los niños gritaron a la vez e hicieron el gesto de huir inmediatamente de él, pero el nuevo personaje los detuvo.

—¡No os vayáis ahora! ¡Habéis pronunciado la palabra mágica!

Entonces una de las niñas del grupo que parecía muy valiente se acercó a él hasta que casi pudo tocarlo.

—¿Quién eres? ¿Y por qué dices que te hemos llamado?
—Me llamo Ka’a he’ẽ.

Todos los niños empezaron a reír al escuchar ese nombre y perdieron el miedo de golpe.

—¿Por qué os reís si no sabéis lo que significa?

Entonces todos se quedaron callados porque tenía razón. Así que les siguió explicando:

—Este nombre que os suena tan extraño es en guaraní, una lengua que hablan las personas de Paraguay, un país que está al otro lado del planeta. En realidad es el nombre de una planta que aquí se conoce como estevia. ¿Y yo? Pues soy su semilla. Pero soy mágica y aparezco cada vez que alguien pronuncia la palabra «azúcar». ¡Porque hay muchas cosas importantes que debéis saber sobre los alimentos dulces. Además, ¿verdad que a vosotros no os gusta que os llamen con un nombre diferente al vuestro? Yo no tengo nada que ver con el azúcar.

Todos respondieron que no con la cabeza.

—Mirad, acercaros a este naranjo que tanto os gusta. ¿Veis lo que hay a su alrededor, en la tierra?
—¡Plantas! —respondieron todos a la vez.
—Exacto. ¡Pero son estevias! Ahora con mucho cuidado y respeto por esta planta, coged cada uno una hojita. Si os atrevéis, os la podéis comer.

Algunos niños dudaron, porque no les gustaba demasiado comer cosas de color verde, pero los más atrevidos se llevaron las hojas a la boca y exclamaron:

—Ohhh… ¡Están muy ricas! ¡Son muy dulces!
—Exacto —respondió la semilla mágica—. La estevia es 300 veces más dulce que el azúcar. Por eso estas naranjas son tan dulces. Es gracias a estas estevias que están plantadas junto al naranjo.

Todos se quedaron con la boca abierta. Nunca se lo hubieran imaginado.

—Y antes de irme, ya que habéis descubierto este secreto, os invito a que vayáis a ver al Dr. Stevi, a quien conocéis muy bien porque cada año revisa que vuestros dientes estén sanos y fuertes. ¡Hasta pronto!

Los niños le dijeron adiós y se fueron corriendo a ver al dentista del pueblo.

El Dr. Stevi, a quien todos querían mucho, no se extrañó de la sorprendente historia y les dijo que él había conocido a la semilla mágica también cuando era niño y por eso siempre había querido ser dentista.

Entonces le preguntaron por esa misteriosa planta y el Dr. Stevi les explicó que es mucho más sana que el azúcar, el cual causa muchas enfermedades.

—¡Pero a mí me gusta comer cosas dulces! —exclamó el niño que había pronunciado antes la palabra mágica «azúcar».
—¡Claro que sí! —respondió el dentista—. Las cosas dulces son fundamentales en la vida y en la alimentación. Por eso os propongo un reto. Que siempre que comáis algo que lleve etiqueta os fijéis si lleva azúcar o si, en cambio, lleva otros endulzantes que son mucho más saludables, como la estevia, el xilitol, el sirope de agave, el sirope de arce, la miel de abeja, el azúcar de coco o la melaza de cereales.

Los niños apuntaron bien los nombres y se fueron muy contentos a investigar. Mientras se alejaban, el Dr. Stevi oyó como la niña valiente que se había acercado a la semilla iba diciendo:

—Yo también quiero ser dentista… ¡o semilla mágica!